The Crown (T6): larga vida a la ficción que nos hace ver la realidad de otra manera
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Es el principio del fin. Ya se ha estrenado en Netflix la primera parte de la última temporada de The Crown. Cuatro capítulos que nos develan que la muerte de Lady Di no fue como nos la contaron. La serie de Peter Morgan sigue siendo perfecta narrativa y técnicamente aunque, desde la temporada anterior, se ve arrastrada por la propia historia real. Lo que se cuenta ahora ya lo conocemos todos, o eso creíamos. Hay sorpresas. Lo peor, sin embargo, es que la auténtica protagonista, Isabel II de Inglaterra, queda desdibujada por la popularidad de los personajes que la rodean. Aún con todo, la serie sigue siendo profundamente monárquica y reflejo de los cambios sociales de occidente. Una delicia que echaremos de menos.
Peter Morgan: la perfección narrativa
Si Peter Morgan es un genio y si The Crown es una de las series más importantes de la actualidad es porque el creador es un narrador increíble. Nunca se ha basado en los hechos puros y duros: ha contado historias dentro de la historia. Morgan hace trascender la biografía al uso y la acerca al espectador con la intrahistoria y con mecanismos narrativos que alcanzan una tesis propia. Ese es el fin último de la ficción: utilizar la realidad para reflexionar sobre algo. Las primeras temporadas de The Crown eran el ejemplo perfecto de maestría narrativa.
Aunque se basaban en hechos históricos y en una figura intocable como la de Isabel II, cada capítulo tenía una entidad propia y un mensaje que desvelar. así podíamos humanizar a la persona que porta la corona a la vez que descubríamos sucesos desconocidos para la masa.
Para los menos entendidos en la monarquía británica, el morbo hizo acto de presencia a partir de la cuarta temporada, cuando la Casa Real pasó a formar parte de la cultura pop gracias, fundamentalmente, a la figura de Diana Spencer, primero esposa del príncipe Carlos, después su ex mujer y enemiga de la Corona y, por último, mártir y princesa del pueblo. Su historia, la de Lady Di, está en nuestro ADN cultural. Ella expuso más su vida que toda la monarquía junta. Todos tenían (y tienen) una opinión sobre Diana de Gales y el tiempo ha romantizado a un personaje que, si uno lo analiza bien, no era tan interesante y elevado como se le recuerda. Aquí es dónde la primera parte de la sexta temporada de The Crown se cubre de gloria.
Los últimos días de Diana: sin amor pero con dignidad
(ADVERTENCIA: A PARTIR DE AQUÍ HABRÁ SPOILERS) En los cuatro nuevos capítulos que ya ha estrenado Netflix acompañaremos a Diana en su último verano, el de 1997. Muchos creíamos que la muerte de la Princesa de Gales había sucedido en pleno éxtasis amoroso con el empresario y heredero de una de las grandes fortunas europeas, Dodi Al-Fayed. Pues según Peter Morgan no fue así.
La historia de los Al-Fayed es apasionante. De hecho, el mejor capítulo de la quinta temporada era el dedicado a ellos, a la obsesión del padre por ser aceptado en la alta sociedad, renegando de sus raíces e imponiendo un régimen castrador a sus hijos. Y en esto llega Lady Di, princesa repudiada que se convierte en la moneda de cambio de los Al-Fayed para conseguir sus objetivos. El romance entre Dodi y Diana fue breve y artificioso (según The Crown). Él dejó a su prometida para estar con ella por mandato de su padre y fue por él por el que Dodi le pidió matrimonio a Spencer en París la noche de su muerte. Pero ni ella quería estar con él ni él tenía unas intenciones tan nobles. Es aquí cuando Peter Morgan arriesga, nos presenta a una Diana adicta a que la traten mal (su conversación con su psicóloga así lo atestigua) y a un Dodi que todavía va en pañales. “No puedo hacer que tu padre te quiera más casándome contigo”, le dice la Lady Di ficticia al egipcio cuando este se arrodilla anillo en mano. Diana, al final, fue víctima de otra familia con problemas edípicos.
El germen de The Crown está en The Queen, aquella laureada película en la que Hellen Mirren ganó un Oscar como Mejor Actriz Principal por dar vida a una Isabel II enfrentada al clamor popular tras la muerte de Diana de Gales. Esos pocos días de luto- una anécdota en el tiempo- permitieron a Peter Morgan analizar toda la institución monárquica, cómo pesaba la corona y cómo tenía que adaptarse a una nueva era. Eso ya estaba contado (y muy bien). La pregunta ahora era ¿cómo se iban a narrar estos acontecimientos en The Crown)? ¿Iban a repetir el guion de The Queen? Sí y no. Lo que hace la serie es diversificar la historia, crear más puntos de vista, hacer la trama más íntima y menos política en un episodio (el cuarto) absolutamente emocionante. Aquí se nos habla , entre otras mil cosas, del delirio absoluto de Mohamed Al-Fayed, un padre al que la muerte de su hijo no le impide continuar con sus planes de ambición. Fue él (según la serie) el que le dijo al mundo que Dodi y Diana habían muerto comprometidos y que su amor fue eterno. Peter Morgan no opina lo mismo. Pero, al final, esos detalles no importan. El corazón está en esas escenas de los vivos hablando con los muertos y expiando sus pecados. Larga vida a la ficción que nos hace ver la realidad de otra manera.